¿Por qué?

Igual que una colmena repleta y en pleno trabajo. Mi cabeza rezumba, abarrotada de pensamientos que vienen y van, errantes, sin rumbo fijo. Nadie los ha requerido, pero aquí están, dispuestos a aguijonearte con disyuntivas y toda clase de encrucijadas de las que no es sencillo extraer una conclusión clara.
Muchas veces siento que me duele la cabeza, pero he llegado a la certeza de que en realidad mi cabeza está perfecta, es el alma lo que me duele, y ésta, en un intento por hacérmelo saber, somatiza su dolor en mi cabeza, para ver si así le presto atención de una maldita vez.
¿Dónde quedó el respeto, la amabilidad y el amor? Me hago muchas veces esa pregunta. Muchas. Lo triste es que uno siempre refleja sus carencias en los demás, así tiene a alguien a quién criticar. Lo realmente cruel es darte cuenta de que quien más cruel es contigo, quien menos te quiere y respeta eres tú mismo. ¿Y ahora qué?
A estas alturas, me doy cuenta de que he invertido demasiado tiempo en hacer felices a personas que han pasado por mi vida de puntillas, sin preocuparse por mí. Pero claro, imbécil de mí, siempre servicial y atenta, les he dado lo que tenía y lo que no. ¿Será por pura aceptación social o es que realmente soy así de estúpida? Se me ha olvidado pensar en mi misma tanto, que a veces me miro al espejo y no me reconozco.
¿Qué hago ahora con todo ese tiempo dedicado inútilmente a personas que no lo merecían?
¿Dónde están esos abrazos que me merecía y nadie me ha dado?
¿Quién debería tener guardados en su alma mis más profundos secretos?
¿En qué hombro debí dejar caer mis lágrimas como fuente de consuelo?
¿Cuándo me he perdido el respeto a mi misma de esta forma?
¿Por qué? Y todo sin ser consciente de ello, aunque claro, no hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Inconscientemente busco un refugio físico a mi dolor, envolviéndome como un paquetito con mi edredón. Cuando el sol entra por las rendijas de la persiana, es cuando tomo consciencia de que por muchos edredones que me ponga, las abejas van a seguir arponeándome.
Últimamente sólo me apetece dormir y no pensar. No pensar es la parte importante, el dormir es sólo el medio para lograr dejar de hacerlo.
Y lo que más rabia me da es que estoy convencida de que ésta no soy yo, me niego a creerlo. Ni por asomo. Este sucedáneo de persona que soy ahora no tiene nada que ver con mi verdadero yo. Necesito dejarlo salir, vomitarlo, purgarme.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

hola, no se si esto es sólo un relato, o algo que vives en la realidad, pero he sentido al leerlo, como si me leyera a mi misma
me he dado cuenta, q somos muchas mujeres las que sentimos, y vivimos algo asi, y en algun momento nos despertamos, o deberíamos hacerlo

te mando un saludo cordial
claudia

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